El EBITDA es uno de los indicadores financieros más conocidos es imprescindible en cualquier análisis fundamental de una empresa. Sus siglas en inglés son Earnings Before Interests, Taxes, Depreciations and Amortizations. Es decir, se trata del resultado empresarial antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones productivas. El EBITDA mide la capacidad de la empresa para generar beneficios considerando únicamente su actividad productiva y tiene como objetivo mostrar el resultado puro de explotación de la empresa.
El EBITDA nos permite saber si una empresa es realmente rentable o no ya que ofrece una visión más realista de lo que verdaderamente genera la mercantil en sí. Hoy, pero, no queremos centrarnos tanto en este aspecto ‘empresarial’ sino que queremos hablar de los EBITDA personales de cada uno de nosotros. ¿Somos realmente rentables como profesionales? Y no estamos hablando de una rentabilidad económica sino más bien de una rentabilidad productiva, de las horas que dedicamos al trabajo y el trabajo que realizamos en éstas. Las encuestas siguen indicando que los profesionales españoles apenas hemos mejorado en productividad desde 1985. Y la distancia con los países de la OCDE se amplía cada vez más.
Cuántas veces nos ha pasado que al llegar a casa por la noche, exhaustos y después de una jornada de más de doce horas de trabajo, en el momento de analizar el día que se acaba, nos damos cuenta de que lo único que hemos hecho ha sido correr sin rumbo fijo y apagando fuegos. ¿Es esto una jornada productiva? No, sin duda, ese tipo de jornadas no son productivas. La mayoría de veces cuando se corre demasiado se suele perder de vista el objetivo y, si se repite esta situación, puede llegar a ser peligroso. Y no hablemos ya de aquellas reuniones o eventos pseudo laborales, que nos auto imponemos como trabajo pero que no hacen otra cosa que robarnos horas, esfuerzo y que no aportan ningún tipo de resultado a nuestro EBITDA personal en el trabajo.
Debemos aprender a adquirir unos hábitos de trabajo más sanos para poder organizar mejor nuestras jornadas laborales y aumentar así la productividad, incrementando la efectividad de todo lo que hacemos en base a nuestros objetivos. Estos objetivos deben ser claros y coherentes con las metas diarias que nos implantemos para aumentar esta productividad. Es importante planificar con antelación la jornada y la semana laboral. Anticiparnos nos permitirá aprovechar mejor el día y no perder el tiempo en tareas que no nos salen a cuenta. También es importante identificar cuál es nuestro horario de productividad. Las personas tenemos ritmos distintos. Hay quién rinde más a primera hora de la mañana y quienes lo hacen a horas más nocturnas. Identificar cuáles son las nuestras nos ayudará a aprovecharlas al máximo.
Otros aspectos que debemos controlar y que deben estar en coherencia con nuestros objetivos a fin de sacar el máximo rendimiento de nuestras horas dedicadas al trabajo, es nuestra lista de prioridades. Cosas como hacer primero lo que menos nos guste y anteponer las tareas más complicadas o menos placenteras nos ayudará a aumentar productividad. O controlar no alargar la jornada de trabajo innecesariamente, no abusar de reuniones a última hora del día y de comidas de trabajo, que está demostrado que en su mayoría se alargan innecesariamente convirtiéndose en no productivas.
Estamos convencidos que aumentar la productividad personal-laboral implica, como consecuencia, un aumento de la productividad de los propios negocios. Es solo una cuestión de hábitos y de organización. Mejorar nuestros hábitos aumentará la eficacia de todo lo que haga y los EBITDAS, ambos, se verán beneficiados.