“El trabajo bien hecho no tiene fronteras” es un eslogan que presentaba una campaña que lanzó la Generalitat los años 80 con el objetivo de incentivar la excelencia. Tenía como contrapartida la frase «el trabajo mal hecho no tiene futuro«, de contenido también bastante interesante. Y de hecho, aunque se hizo popular hace treinta años, el contenido tiene todavía hoy plena vigencia… ya que… ¿no es el trabajo bien hecho el fin que persigue cada uno de nosotros en nuestra actividad empresarial diaria?
Cualquier empresa tiene entre sus objetivos prioritarios, ya sea a medio o largo plazo, el crecimiento sostenido y la generación de resultados positivos. Para alcanzarlos no debe olvidar aplicar estrategias y acciones de mejora continua, que busquen la excelencia en la prestación de sus servicios. Llevar a cabo este tipo de prácticas es lo que define a las organizaciones altamente competitivas
Por lo tanto, es obvio que, cuanto mejor haces las cosas, más éxito obtienes. ¿Estás de acuerdo?
La única manera de garantizar esa idea inicial de crecimiento y continuidad en nuestro negocio es ir consolidando nuestra marca a partir de la generación de un grado de confianza creciente, de forma que los clientes no se planteen ninguna opción diferente presente en el mercado. Si el cliente necesita algo que tu empresa está en disposición de ofrecer, debes querer ser siempre su primera opción.
Para conseguir establecer relaciones rentables a largo plazo con nuestros clientes, la clave está en ejecutar de forma excelente nuestra actividad una y otra vez, en cada relación con el cliente. Son los clientes, las expectativas que se marcan y sus necesidades, que son cambiantes en el tiempo, hacia quienes se debemos orientar la búsqueda de esa excelencia. Esta búsqueda debe llevarte a mejorar los ingresos para tu empresa, porque el resultado de un trabajo bien hecho, te va a llevar por un lado a retener por más tiempo a los clientes actuales, y por el otro te va a proporcionar el mejor escaparte para atraer a mejores clientes.
Si el cliente, al recibir tu servicio, no sólo ha satisfecho la necesidad que lo trajo hasta allí, sino que se ha visto enriquecido con un nuevo conocimiento, que le ayuda a satisfacerla mejor en el presente y en el futuro, se convertirá en un cliente fiel y en un verdadero promotor tuyo. Ha probado la excelencia de tu servicio.
La excelencia sólo se construye haciendo, buscando mejores soluciones para cada procedimiento e implantando un enfoque de mejora continua que optimice los recursos y genere nuevas capacidades y habilidades, tanto tecnológicas como personales. Por eso, conviene que sea una práctica constante, que permita mejorar un poco cada día, no sólo en lo que se domina sino también en la ampliación de nuevos conocimientos e ideas. Las empresas que dominen sus procesos y tengan una motivación continua de mejora serán las que alcancen sus metas y la excelencia.