La comida mueve montañas y también a los foodies. Este término fue acuñado en 1984 y designa a aquellos para quienes comer es algo más que alimentarse. Los hay capaces de viajar hasta Bilbao a tomarse un café sin azúcar cultivado en fincas familiares o de peregrinar hasta los santuarios del cocido madrileño. Pero también de trasladarse a la Borgoña (Francia) para catar un chablis grand cru o de degustar en Hong Kong un plato de ojos de peces diversos. Para los sherpas de la comida, comer es toda una “experiencia”, sobre todo si tiene un punto aventurero.
Y desde esta nueva visión gastronómica surgen las nuevas guías foodies que son fiel reflejo de todos los vicios que rodean a la “nueva alta cocina”, que no son los mismos en los que incurre la “vieja alta cocina”, que sigue anclada en los criterios de la guía Michelin. La centenaria guía francesa prima la excelencia en el servicio y la comida, y cuenta con críticos de plantilla y unos principios imperturbables bien conocidos por los restaurantes; las nuevas tendencias han de premiar ante todo un factor tremendamente subjetivo: la novedad. El problema es que, en estos tiempos que corren, “nuevo” es sinónimo de “fotogénico” y “cool” o, lo que es lo mismo, de “marketing”. Y esto es algo que no siempre está relacionado con la buena comida.
Ir en busca de la tendencia más innovadora, de los placeres ocultos de la gastronomía, encontrar especialidades casi desconocidas y dar a la búsqueda gastronómica ese punto de aventura mencionado, es lo que hacen los foodies, y eso no se consigue muchas veces recorriendo los restaurantes más afamados de la ya referenciada guía. Se trata de restaurantes independientes, originales, curiosos y sugerentes. Restaurantes con materia prima de calidad y servicio cercano. Sitios donde cada detalle tiene su historia. Básicamente, ambientes con personalidad, que atrapan.
Para estos modernos sibaritas aficionados a comprar comida callejera en furgonetas, camionetas y puestos ambulantes, descubrir restaurantes de los que nadie ha escuchado hablar es uno de los pasatiempos preferidos. Así pues, buscan lugares alejados de las rutas turísticas que se transmiten por el boca a boca. El propósito de estas nuevas guías es dar la voz a locales pequeños con propuestas emprendedoras que no tienen dinero para promocionarse y que no pagan nada por aparecer.
Los foodies se dejarán llevar cuando sea necesario por unos postres peligrosamente suculentos, o un buen chuletón, o unos macarrones boloñesa con queso. Los límites de la comida pueden ser explorados en varias direcciones, en ocasiones “volver al origen no es retroceder, quizás sea andar hacia el saber…” como canta Maccaco..