Importa el qué, importa el cuánto e importa el cómo. A la horade sentarnos en la mesa cualquier elemento condiciona la experiencia gastronómica y, si bien existen variables incontrolables, mucha de la culpa del éxito o el fracaso depende de la actitud de uno mismo. ¿Eres gourmet o goulafre?
Comer puede ser para algunos un mero trámite para la supervivencia, pero para muchos otros es una opción que va más allá de la necesidad básica de la comida, que evoca a momentos de felicidad, a buenos ratos con familiares y amigos, o a una estimulación de los sentidos a través del aroma y el sabor. Y es en la elección de los alimentos y en la manera de afrontar estos momentos cuando no nos podemos meter la pata. Frente a comer de manera desordenada, por encima de las posibilidades de uno mismo y de la propia salud, debe reivindicarse una dieta equilibrada, que apueste por la calidad de las materias primas y que sepa diferenciar lo que es bueno para el paladar y para la salud.
Y es que si hablamos de la gastronomía como el arte de la cocina debemos hacerlo en un sentido amplio. A primera vista asociamos algo artístico como algo ‘bonito’ des del punto de vista estético, por supuesto, pero en el campo que nos ocupa, la calidad, la accesibilidad o la salud deberían ser también cualidades intrínsecas a la gastronomía. Fuera quedan conceptos como el desorden, el exceso, el ansia, el vicio o la voracidad.
Solamente de esta manera, el arte de comer se convertirá, a su vez, en un momento social de primer orden. Jugar, comentar y compartir con los demás el placer de degustar, probar, saborear i sentir cosas nuevas. Porque hay maneras y maneras de ‘pecar’. Ante la gula, impongámonos el pecado saludable de una buena mesa!
