Podéis estar o no de acuerdo conmigo, pero considero que hace unos años las relaciones eran más sanas y más honestas. El tú a tú, el cara a cara, el conocer a la otra persona frente a una mesita y dos tazas de café, sin intromisiones telefónicas, sin actualizaciones y sin menciones de por medio.
Y digo más honestas porque había poco espacio para el engaño, apenas los adornos habituales con los que todos solemos decorar nuestras vidas cuando intentamos impresionar a alguien. Si no sabías de cine, no sabías de cine y preguntabas. Y no se trataba de una lucha de egos, preguntabas de una forma totalmente sana «no conozco, pero quiero conocer«. Y no pasaba absolutamente nada. Ahora que la palabra postureo ha calado en nuestra sociedad queda poco espacio para la humildad, la sinceridad y para mostrar nuestros defectos tal y como mostramos nuestras virtudes.
El postureo eres tú cuando no eres feliz viendo ese atardecer en Palma de Mallorca si no le sacas una fotografía y la compartes. El postureo es la inmediatez. El postureo es no disfrutar de las copas en el apartamento de playa al que te has ido con tus amigos porque lo que realmente te hace feliz es que todo el mundo sepa que estás disfrutando de las copas en el apartamento de playa al que te has ido con tus amigos.
Pero el postureo es mucho más: te convierte en un ser miserable y competitivo, deseoso de demostrar que eres más feliz, más listo, más guapo y más interesante que el resto de la gente.
«No pasa nada si la gente piensa que eres Dios, el problema viene cuando empiezas a creértelo»
La Generación del Postureo es tremendamente ambiciosa. Mientras que nuestros padres se conformaban con ir a ver películas al cine, la generación del Postureo quiere ser la estrella de su propia película.
Pensamos que todo el mundo tendrá su carrera, pero nosotros somos especiales! “Mi carrera laboral y mi vida llegarán más lejos y superará a las vidas de mi alrededor!” Así pues cada miembro de la Generación del Postureo pensamos que el destino nos está reservando un futuro prometedor, lleno de gloría, fama y riqueza… pero….
Luego llega la decepción. La primera decepción aparece cuando nos incorporamos al mercado laboral. Acabamos nuestra formación y empieza nuestra nueva vida. En la mente de los miembros de la Generación del Postureo existe una idea grabada: “Un tipo tan excepcional y brillante como yo, pronto estará subiendo escalones como la espuma, sólo es cuestión de tiempo que alguien descubra mi talento y vea lo fabuloso y especial que soy”
Desafortunadamente, el mundo no resulta tan fácil, y la verdad es que las carreras profesionales son duras y se basan en el trabajo y el esfuerzo. El éxito lleva su tiempo, hace falta sangre, sudor y lágrimas para llegar a lo más alto, y no sólo para ser una estrella del rock, sino que también lo es para convertirse en un policía local o profesor de escuela. Y no nos engañemos, poca gente alcanza el éxito profesional antes de los 30 años.
Pero aquí no acaba todo. En una vida que retransmitimos vemos que algunos de nuestros compañeros de colegio llegan muy alto. Vemos que Fulano ha estudiado en Houston, o trabaja de traje y corbata en un famoso despacho de abogados en Madrid, o si pasa sus vacaciones en Marbella.
Y eso nos hace pensar que a todo el mundo le va de perlas menos a nosotros, haciendo sumar puntos a nuestra miseria personal.
Por razones como esta nos venimos abajo en ocasiones, sintiéndonos frustrados y decepcionados. Probablemente, tanto tu como yo vayamos por el buen camino. Estamos trabajando, poniendo semillas para sembrar un futuro, y así poder recoger los frutos el día de mañana, pero a veces sentimos esa sensación de que las cosas no funcionan.