El comer y dormir son de esos temas que a los padres nos traen de cabeza. En este caso, hoy abordaremos la cuestión de la alimentación que es esencial para la vida, para la nuestra y para la de nuestros hijos. Nos proporciona la energía y los nutrientes necesarios para mantener nuestro cuerpo y nuestra mente funcionando. Por lo tanto, no es de extrañar que cada vez sean más los consumidores que se preocupan por lo que comen y los efectos que tiene en nuestra salud y también en la de nuestros hijos.
Como padres es evidente que queremos garantizar que nuestros pequeños coman de forma saludable estableciendo una dieta que sea lo más variada y equilibrada posible. Por un lado, es importante que tratemos de adaptarnos a los gustos de nuestros hijos y siendo creativos a la hora de cocinar platos nutritivos, pero que a la vez sean lo más atractivos posible a la vista de los más pequeños. Así evitaremos que aborrezcan ciertos alimentos antes de probarlos. Por otro, existen muchos factores que influyen en la comida que los padres elegimos dar a nuestros hijos: la disponibilidad, el sabor, el precio, sin olvidar los factores culturales o religiosos. Y no nos vamos a engañar, también depende en gran medida de aquellas comidas que los padres consideramos que son sanas y apropiadas y de las que no lo son.
De todos modos, en este artículo queremos dar la importancia que se merece a un aspecto, muchas veces olvidado, y que tiene una importancia vital en el presente y también en el futuro nuestros hijos. ¿Se imaginan de qué podemos estar hablando? Sí, queremos manifestar que es importantísimo sentarnos juntos alrededor de la mesa para comer con ellos. De hecho, los expertos nutricionistas recomiendan que aunque sea una comida al día hay que realizarla en familia. Y es que, nuestros hijos copian todo lo que ven. Por lo tanto, debemos cogernos a la imitación como la gran herramienta que tenemos los padres para guiar a nuestros pequeños y enseñarles a comer lo que hay en el plato. Una lección de vida fundamental para su mañana.
Como se pueden imaginar, comer en familia tiene muchos beneficios; los niños mejoran su alimentación, comen más variado e incluyen en su dieta frutas, verduras y cereales, así como se fomenta el aprendizaje o el refuerzo de los buenos modales en la mesa, el masticar bien, el comer despacio, el utilizar correctamente los cubiertos y de no hablar con la boca llena. Aspectos que determinan la conducta de las personas ante cualquier experiencia gastronómica.
Además, debemos tener en cuenta y muy claro que nuestros hijos están expuestos a un bombardeo comercial a través de la publicidad que ven a diario en televisión y que constantemente les despierta la curiosidad y les hacen sentirse atraídos por la comida menos recomendable como son los dulces, los fritos o los refrescos que contienen muchísimo azúcar. Es muy complicado impedir que coman ciertas cosas porque aunque tú no se lo des en casa, lo acabarán comiendo fuera. Prohibir no es la solución. La clave está en ayudar a que el niño entienda qué es bueno y qué se debe comer cada día y que no es tan bueno y que, por lo tanto, se debe consumir esporádicamente y en ocasiones muy especiales.
Al final, se trata que la alimentación infantil se desarrolle en un ambiente distendido y de aprendizaje constante y donde prime el cariño, el lugar, el momento y en que todos los miembros de la familia participen y disfruten de una experiencia que marcará su vida y creará recuerdos entrañables que se asociarán, sin duda, a comer bien.