Partiendo de la premisa que comer es una necesidad básica del ser humano, tenemos la suerte de haber reconvertido esta necesidad en un arte gracias a la cocina. A través del ingenio y la creatividad, la necesidad de comer se ha transformado en un placer más de la vida. Un placer que puede llegar a convertirse en salud.
Está demostrado que entrar en la cocina, experimentar con los alimentos, es capaz de combatir el estrés y la ansiedad. En Estados Unidos hace años que ya se trabaja con la cooking therapy como herramienta para tratar la depresión y otros problemas de salud mental y los resultados no pueden ser más positivos. Las propiedades terapéuticas de la cocina residen en primer lugar en que es una actividad que relaja por el propio acto de cocinar y en que es una actividad que motiva a conseguir una meta concreta cuyo fin último es satisfactorio y positivo para quien que lo realiza. Elaborar platos, sencillos o más complicados según el nivel de cada uno, que se puedan compartir con amigos o la familia, anima al tiempo que nos hace olvidarnos de los problemas cotidianos.
La cocina se ha convertido en una técnica derivada de las terapias de la conducta, donde los expertos motivan al paciente a alcanzar una nueva meta aprendiendo nuevas técnicas y sin ser conscientes de que están en mitad de una terapia. Entre otros beneficios, la cocina, además de ayudar a disminuir el estrés, perfecciona las habilidades sociales, mejora el equilibrio y la coordinación, aumenta nuestra capacidad para planificar y organizar, proporciona una mejor habilidad de la gestión del tiempo, mejora los sistemas de memoria, atención y concentración y aumenta la autoestima y la satisfacción personal, todo mientras nos divertimos.
En este sentido recalcar que la satisfacción no tiene por qué ir ligada a grandes comilonas, alimentos poco saludables o preparaciones complicadas. Creer que, en cuestiones de alimentación, salud y placer van reñidos, es un gran error. Los únicos requisitos para experimentar placer y generar salud son seleccionar una amplia variedad de ingredientes gustosos, prepararlos adecuadamente e ingerirlos en las cantidades adecuadas. Hecho que reafirma la definición que hacen los psicólogos del alimento como un reforzador primario, es decir, algo que tiene el poder de influir sobre el comportamiento.